viernes

Cuantos

Ahora que caminas por las calles con rostro de berenjena
y te crees más feliz que una ardilla con vestido de volantes
y yo estoy solo y te añoro solo y malvivo tan envenenado
que rumio lento y rencoroso cada pelusa de los segundos

permite que perverso te pregunte en cuántos

En cuántos kilómetros de cuerpos tendrás que frotarte
para borrar hasta la última mota insistente de mi recuerdo
en cuántos bares o callejones sucios te entregarás en serie
mientras la luna te baja despacio la cremallera de tu falda

Con hombres que ni el tímpano de mí, que ni el cúbito de mí
con hombres sin vaca de estrellas que ni la pala de mi canoa

En cuántos baños torcidos de fiebre te quitarás las bragas
para olvidar las líneas y betunes perdurables de mis manos
en cuántas playas dejarás que te bronceen la espalda
ante la mirada lasciva de las olas a punto de romperse

Con hombres que te besarán el labio solo y la lengua sola
mientras que yo, niña escorpiona
yo no besaba solamente lo que va de tu lengua al labio
sino tu muñeca curva de escritora mulata y sobredotada

yo besaba tu furia de justicia y tus palabras versimotoras
yo besaba tu huracán de mapas zurdos y zurdas aleaciones,
yo, yo no lamía la mera delicia que sonríe dentro de tu vulva
sino la chica que borracha gritaba rabias y revoluciones,

yo lamía la agitadora que portaba pancartas
yo lamía tu enredadera y tu grano de anís orgulloso
en cuántos despachos nocturnos restregarás tu columna
para acallar a golpes la gramola antigua de mis canciones
en cuántos hostales vacíos ofrecerás tu insensata belleza
para ensuciar con minucia las corbatas que no me puse

con hombres que ni el sépalo de mí, que ni mi eslora
ni mi palo de mesana, con hombres
a los que podría aplastar con una metáfora
y que huirán enloquecidos cuando descubran
mis versos

porque yo, yo no amé tan solo tus espigas de sol
sino también tus espigas de sombra,
Yo no amé tus manzanas de Persia
sino de Persia también tus gusanos

Yo, yo sabía mejor que nadie que las mujeres
que vuelan cien aviones más altas
también dañan como cien aviones

En cuántos pasillos oscuros dejarás tu cuerpo satenado
para extirparme y desaparecerme hasta los raigones,
en cuántos hombros descansarás tus pieles pleamares
para negar lo que te amé y te amaba, lo que te amo,

porque aún te amo, sí, te sigo amando:
y aún espero como una polilla extraviada
a que me vuelvas a encender la luz
cuando te canses de tus

en cuántos

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