sábado

El mensajero




-Abuela, ¿qué haces sentada ahí? –me atreví a preguntarle un día.
-Espero a mi colibrí –contestó sin voltear a verme.
Comenzamos a preocuparnos, creímos que estaba perdiendo la cabeza por tantas horas de espera frente a la jacaranda.

Una tarde, mi madre y yo, nos quedamos observándola desde la ventana de la cocina. Para nuestra enorme sorpresa, un hermoso colibrí azul y verde, voló frente a su rostro por un par de minutos, acerco su pico a la mejilla de mi abuela y salió volando. Quedamos boquiabiertos, observándonos el uno a otro, sin dar crédito a lo que acabábamos de ver.

Mi abuela, al darse cuenta de nuestra expresión, se acercó con una peculiar sonrisa enmarcada por su cabello color plata y dijo:
-Ese colibrí me trae mensajes de mis padres, me dicen que todo estará bien y, en el momento preciso, estaremos juntos de nuevo –concluyó con voz tranquila y un toque de emoción.

Meses después de aquella tarde mi abuela falleció, desde entonces yo era quien esperaba ansiosamente sentado frente al enorme árbol de jacaranda, con la mirada perdida, lleno de tristeza, pero con la ilusión de la visita de ese colibrí.

lunes

Nubes

El fulgor de las estrellas en medio de las montañas provocó en mí un sentimiento algodonoso. El mundo de los sueños y el mundo de las cafeteras eléctricas eran uno solo. Estaba ebrio de universo. En los patrones de las nubes me pareció reconocer a todas las cosas, así como al firmamento que nace cuando cierro los ojos. Pensé que los campos de algodón eran las nubes de la tierra y que por lo tanto estamos vestidos de nubes. Eso pensé. ¿Y qué son los pensamientos sino las nubes que llevamos dentro?

Me interesan los viajes por la experiencia en sí, con sus maravillas y terrores, sus encantos y desilusiones, su energía, su cansancio, su desamparo.

Pero el desamparo no está en la partida ni en el camino, tampoco en la lejanía: está en el regreso. Porque al regresar uno se pregunta si realmente está regresando, si su casa es su casa, si hay tal cosa como una casa en alguna parte para uno.

Tengo un anhelo: que salgan raíces de mis pies como un tubérculo.

Pero soy un pájaro