domingo

Galaxia

Me gustaría poder escribirte en la espalda todo lo que no me atrevo a decirte a la cara 
Que pudiste haber sido tú, que pude haber sido yo.. y sin embargo, ..decidimos ser nosotros 
Que nunca tuvimos nombre pero supimos cómo mirarnos 


Que siempre me gustó tu manía de no girar la cabeza cuando te ibas, por si acaso, en una de esas, no estaba yo 
Y de repente... dejamos de estar los dos. 


Pero aquel día, aunque no lo hice, te aseguro que quise besarte y te aseguro que tuve que morderme la lengua 
para no arrancarte a ti la piel, pero es que tu piel siempre fue un campo de batallas y yo no soy quién para evitar la guerra 
Si quieres, puedes acurrucarte ahora en mi campo de refugiados.. aquí no están permitidas las armas, pero sí las uñas


Y es que perder el miedo.. da mucho miedo.. y a mí aún me asusta la oscuridad 
y no sé si tú eres esa pequeña lámpara encendida o el monstruo de debajo de la cama 
pero puedes quedarte.. (pero quédate..) aunque te marches en mitad de la noche 


Aquí no hay cuerdas, aquí hay lazos. 



Créeme, cuando te beso la constelación que tienes dentro, sé lo que me hago.. 
sé de lo que hablo.. es todo aquello que me encantaría escribirte en la espalda por no poder decírtelo a la cara, para que no puedas saberlo pero siempre lo lleves contigo 
Es una carta blanca de paz y calma llena de heridas y tachones 


Y tú eres una pequeña bomba de oxígeno y relojería, un bosque al que le gusta jugar con fuego. 
Una niña que al crecer la nombraron reina de dos mundos, en uno te puedo besar.. 
en otro apenas.. puedo mirarte


Pero qué choque planetario más bonito tienes


Hazte así, que tienes un poco de mí en tu boca.. 
Hazme así, que tengo un poco de ti en la mía.. 

Las galaxias como tú.. 
....no deberían bailar tan cerca de la Tierra

martes

La ......

La que muerde el candado hasta que saltan las puertas de la noche
La que descubre caimanes en el jugo de naranja
La que besa de cerca, tan cerca que deja a la vista sus costuras y las grapas de plata que esconde entre la lengua y el corazón
La que amenaza: ten cuidado podría cambiarte por el que quisiera

La que insulta, la que insulta de nuevo, la que insulta por tercera vez
La que se enfada conmigo y hace flanes de lágrimas
La que se enfada conmigo y machaca perejil en el mortero
La que machaca el perejil con tal rabia que al final siento pena por el pobre perejil que..........soy yo

La que siempre me recuerda el daño que podría hacerme sin fijarse demasiado
La que arroja el vaso contra el suelo y el vaso no se rompe, el suelo no sangra, y triunfa ella y su vestido blanco, y me paso la tarde recogiendo mis añicos

La que amenaza :desgraciado la poesía te va a destruir y no pienso cuidarte en el manicomio
La que tiene una carita que es un tigre de viento
La que tiene una carita que es un barco de viento
La que tiene una carita que es un jilguero

La guapísima. La bellísima.
La hija de su #$% qué ojos

La que amenaza :que no me entere que ninguna te llama 
La que me rompe de púas
La que me púa de erizos
La que me saca el ombligo de quicio
La desquiciante
La que solo deja de burlarse cuando me luce el frío, y vivo en miedo, y las hienas me cierran las salidas

La que aparta entonces sus cincuenta y cinco kilos de belleza y suelta tales pedacitos de Satán por la boca que me borra el frío, me mata el miedo y hace huir tanto a las hienas, que siguen huyendo todavía

La que amenaza :ten cuidado he visto demasiados penes en mi vida para ser una mujer honrada
La que adora a los hombres como a los perros, sólo si se dejan tocar
La putísima. La zorrísima. La torcida de ojos
La que no desprecia al macho con gorriones en el pecho

La que se mira al espejo y el espejo le dice tú
La que se pregunta y la respuesta le dice tú
La que se compara y la respuesta le dice nadie
La oceánica, la volcánica 
La ajedrezada. la Tracia y Peloponeso. La Persépolis
La melenosa. La cien escaleras. La inverosímil
La soñadora
La perfecta

La que está conmigo y no con ustedes

miércoles

Hay dias


Claro que hay días malos en los que sonreír pareciera atentar contra mis principios, un acto de indignidad autoimpuesta, una mentira tan real que solo le falta una corona para sentirme muerto

Y claro que a veces me quedo sin fuerzas como niño después del juego. me quedo sin ganas como una mañana de burocracia y mierda, me duelo hasta dormirme aferrado a una bala y no sé si es odio o solo tristeza acumulada

pero luego te imagino riendo y se me pasa

Ese es mi truco, esa es tu magia

martes

Cuando me veas... sin ti

Cuando me veas llorar, piensa que es sólo un exceso de sensibilidad mal regulada
una flaqueza infantil sin superar, una mirada innecesaria a la dureza de la realidad diaria 
de la estrechez pasada, de la ilusión tramposa e improbable

Es decir, nada, fruslerías, desajustes glandulares, un retraso importante en aceptar el mundo

Cuando me veas llorar, no le des importancia. El pasado pasó y el futuro está echado que no te conmueva o siquiera moleste esta forma engañosa de llamar la atención, pues no es ese el camino ni la forma de enfrentarse a los tiempos

No le des importancia y si acaso, sonríe si puedes entenderlo, con eso basta, desajustes y glándulas sólo eso, y un exceso de sensibilidad del todo innecesario

jueves

26 de septiembre 2014

43

En qué pasado clandestino guardarán sus gritos silenciosos, en qué rincón del Pueblo Viejo doliente y achacoso sepultaron las cuarenta y muchas ilusiones destrozadas, cuánto de la vida de tus hijos interfectos se amortaja en mi memoria para tocar los portones y entrar en tus entrañas, para dolerte como un rezo abatida y dolorosa Ayotzinapa

Se guarda el futuro en el ámbar misterioso que cae de los ojos de las madres que viven apenas y muertas esperan su tiempo y su regreso

Quién olvidará el tiempo de su muerte nimia, que harán ellas de sus hijos, cuántas lágrimas besarán la sangre de una verdad inexistente, con que aceite ungirán su desaparición en el cáliz imperfecto, donde se vierte un doloroso vino harto de mentiras, quién de ustedes-nosotros limpiará su frente y dirá: Ten una de mis costillas, un corazón sin cortapisas y que un suspiro terrena les dé la vida

En sus ojos cabe una marejada histórica de ultrajes compartidos en su lucha, razón de su muerte prematura.

Ahí mismo detienen los minutos de las huellas en los pasos que ocultan las fosas clandestinas que a tientas y sin ruido vulneran los tímpanos gritando... no nos maten!... no nos maten!!

Caminando


Mil cosas han hecho los hombres peores que sus culturas: las novelas de Víctor Hugo, la democracia, la instrucción primaria, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera. Pero los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros. Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse. Porque no quieren creer que todo es irremediable

El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado decente. No hay manera de hacerle hablar cuando está borracho. Cuando no lo está, abomina de la borrachera o ama a su prójimo.

Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los hombres. Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo. Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren a cada instante y no viven nada

He aquí mis prójimos. La justicia es unas estatuas feas en las plazas de las ciudades. Ninguna de ellas me gusta ni poco ni mucho -no son diosas ni mujeres. Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad

En punto a honradez, no soy de los peores. Como mi pan a solas, sin dar envidia a mi prójimo. Nací en una ciudad, y no sé ver el campo. Me he ahorrado el pecado de desear que fuera mío. En cambio deseo el cielo.

Me gustan los colores del cielo porque es seguro que no son tintes alemanes. Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre. No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser como los otros. No quiero ser feliz con permiso del estado

¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada. O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros. Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con perfección. Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando durante la travesía aventuras como peces.

Pero ¿a dónde iría yo?. El mundo me es insuficiente. Es demasiado grande, y no puedo desmenuzarlo en pequeñas satisfacciones como yo quiero

La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…

Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad. La tarde ya se habría acabado en la ciudad. Y yo todavía me siento la tarde. Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes. Y todos los malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre que no ha pecado nunca

Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.

A casa…

sábado

Ciao

Disculpar las molestias, cerrado hasta nuevo abismo
por poemas personales que algún día verán la luz

lunes

Brasas


Tus besos siempre tuvieron ese sabor a soledad que solo existe en las ciudades grandes, como en las que ahora recorro sin ti y me sorprenden contando los días que llevas guardando ese trocito de mi que se quedo contigo, en un instante y para siempre y decidió ser feliz

Aun tengo los restos de aquel septiembre enredados en la mente, y como pequeñas brasas de vez en cuando encienden mis recuerdos

Puede que el mundo no necesite ya otra canción de amor, pero yo.... Yo, sigo echandote de menos!

viernes

A 9450 km de tu sonrisa

Podía escuchar mi corazón latiendo, podía escuchar el corazón de todos, podía escuchar el sonido humano que hacíamos ahí sentados, ninguno se movió, ni siquiera cuando el cuarto oscurecio

Primera parte (Ansiedad)

Supongamos que te echo de menos… ¿Volverías? 

Supongamos que…no hay día en que no me acuerde de ti, y cada vez que te pienso tenga que distraerme para poder parar

Supongamos que me atrevo a decirte algo ¿Reaccionarías? crees que merece la pena empeñar mi orgullo 

Que desaparece aquel mes, aquel fin de semana de Septiembre. Supongamos que aquello no acabó conmigo

Supongamos que quiero ir de nuevo a ese bar donde te conocí, eh intentar de nuevo conquistarte a partir de tu primer sonrisa

Y ahora… ahora yo supondré que tú aún no me has olvidado, que no has borrado ni uno solo de los recuerdos que formamos, ni un beso ni una caricia ni un Te amo

Que tu intención no era la de alejarme matándome poco a poco. Que aun queda esperanza, que no la hemos desperdiciado toda


Son las cuatro de la mañana de cualquier día y es tu silencio lo único que ahora me despierta al caer la noche

Es tan difícil conciliar el sueño después de habértelo regalado a ti. A veces pienso en llamarte, o escribirte para que me lo devuelvas. Echo tanto de menos a la persona que solía ser antes de conocerte, antes de convertirme en la mitad de todo, de nada

Sin ti me sobran la mitad de todos mis cigarrillos, los cinco minutos de más después de apagar el despertador, una cucharada doble de azúcar en el café, media botella de butano al ducharme. Me sobra la mitad de la cama, de la almohada, del sillón 

Sin ti las películas las veo enteras y leer antes de cerrar los ojos ha dejado de ser mi estrategia para que me quitaras el libro y siguiéramos con la poesía debajo de las sabanas

Y sin embargo, te fuiste. Y a mí solo me queda suponer que a ti también te sobran las mismas mitades, que tú también echas de menos mis manos cuando tienes frío. Sigo notando tu respiración, tu olor cada minuto, cada segundo

Ojalá decir que te grabaste en mi piel a fuego fuera solo una metáfora más. Ojalá decir que te llevaste mi corazón… no fuese tan real. Lo echo de menos, ¿sabes? echo de menos oírle latir al otro lado de mi pecho, acunarlo por las noches y leerle a Sabines para que agarre el sueño, mi Amor leéle a Sabines, porque solo el sabe describir en verso lo mucho que a ti, tambien te echo de menos






Me caga!!!!!

Es insoportable ya. no existen excusas para seguir, ni pauta alguna para fingir, que no te extraño, que no te amo, si aunque amar ya no signifique nada mas que estar a su lado. Y si es que al verte todas las palabras huyan, cobardes malditas que me dejan desarmado.

Ni valiente ni mártir, simplemente lento que no supe cuando correr a tiempo. Como es posible que yo palabrista experto quede desierto ante tu mirada.

Y no es reproche porque se que aun con ellas a mi lado, todos quedaríamos mudos, ellas no tienen idea de como acomodarse para hacerte justicia y yo... bueno simplemente yo te veo y no pierdo el tiempo con cualquier otra nimiedad, incluso respirar pide atención ante tu presencia y yo...

Yo sigo pensando en que pensar cuando estas frente a mi, es un desperdicio de tiempo, cuando mis ojos piden, exigen y merecen mi completa atención

miércoles

Yo que cambio constantemente

Yo que amé del sol su rayo más rubio 
y tuve mi jarra de agua  tan clara como el dos 
o el cuatro, tan clara 
como el seis o el ocho

Yo que fui ciclón y poeta 
silvestre y enamorado, político y moralista 
que al perro llamaba perro y al hombre injusticia

Yo que fui el más cuerdo  
de los hombres que huelen a lata de cerveza 


ahora,  ahora voy por las calles 
sin amor ni herradura,  más oscuro que el uno 
y el tres y el siete
más errado que la muerte, tan confuso que no acierto 

que al teclear las letras algunas se me olvidan 

o se par ten o di vi den 

o cambian de lugeras 


o desap_rec_n... 




lunes

Del amor al odio

Si acaso una vena de cartón, una estatua ventrílocua o una corbata empujada por el viento, poco más

El amor no me demostró nada

Me volvió un gato con revólver, un flequillo revuelto y desquiciado, una maceta de lirios vulgares
Me dejó cara de teléfono, grano de maíz sombrío, paloma en alas de muletas


Me hizo peor

Del odio no tengo queja. El odio me torna tan mirlo y descansado, apenas lo pruebo en grageas de minuto, que salgo a la calle con ganas de abrazarte (sí, me refiero a ti, la de color morado, no importa que seas berenjena)

Quedense con el Amor y las sagradas rosas que luce en el culo, que yo me quedo con el Odio

Porque el amor tiene límites y el odio no
El amor tiene dudas y el odio no
El amor fracasa y el odio no
El amor es intenso, yo también
pensaba que era más intenso....

Hasta que probé el odio

viernes

Cuantos

Ahora que caminas por las calles con rostro de berenjena
y te crees más feliz que una ardilla con vestido de volantes
y yo estoy solo y te añoro solo y malvivo tan envenenado
que rumio lento y rencoroso cada pelusa de los segundos

permite que perverso te pregunte en cuántos

En cuántos kilómetros de cuerpos tendrás que frotarte
para borrar hasta la última mota insistente de mi recuerdo
en cuántos bares o callejones sucios te entregarás en serie
mientras la luna te baja despacio la cremallera de tu falda

Con hombres que ni el tímpano de mí, que ni el cúbito de mí
con hombres sin vaca de estrellas que ni la pala de mi canoa

En cuántos baños torcidos de fiebre te quitarás las bragas
para olvidar las líneas y betunes perdurables de mis manos
en cuántas playas dejarás que te bronceen la espalda
ante la mirada lasciva de las olas a punto de romperse

Con hombres que te besarán el labio solo y la lengua sola
mientras que yo, niña escorpiona
yo no besaba solamente lo que va de tu lengua al labio
sino tu muñeca curva de escritora mulata y sobredotada

yo besaba tu furia de justicia y tus palabras versimotoras
yo besaba tu huracán de mapas zurdos y zurdas aleaciones,
yo, yo no lamía la mera delicia que sonríe dentro de tu vulva
sino la chica que borracha gritaba rabias y revoluciones,

yo lamía la agitadora que portaba pancartas
yo lamía tu enredadera y tu grano de anís orgulloso
en cuántos despachos nocturnos restregarás tu columna
para acallar a golpes la gramola antigua de mis canciones
en cuántos hostales vacíos ofrecerás tu insensata belleza
para ensuciar con minucia las corbatas que no me puse

con hombres que ni el sépalo de mí, que ni mi eslora
ni mi palo de mesana, con hombres
a los que podría aplastar con una metáfora
y que huirán enloquecidos cuando descubran
mis versos

porque yo, yo no amé tan solo tus espigas de sol
sino también tus espigas de sombra,
Yo no amé tus manzanas de Persia
sino de Persia también tus gusanos

Yo, yo sabía mejor que nadie que las mujeres
que vuelan cien aviones más altas
también dañan como cien aviones

En cuántos pasillos oscuros dejarás tu cuerpo satenado
para extirparme y desaparecerme hasta los raigones,
en cuántos hombros descansarás tus pieles pleamares
para negar lo que te amé y te amaba, lo que te amo,

porque aún te amo, sí, te sigo amando:
y aún espero como una polilla extraviada
a que me vuelvas a encender la luz
cuando te canses de tus

en cuántos

sábado

Blogger

Hace demasiados años ya que empecé este blog, como mínimo ocho. En el trascurso de estos eh encontrado almas muy singulares, algunas que ya no escriben otras que han perdurado.

Empecé por desahogarme, vaciarme han crecido mil mandrágoras en estas letras. Unas sobrevivieron otras no. en algún momento decidí borrar las entradas viejas aquellas que hablaban de viejos amores, dolores insufribles y experiencias nuevas.

Empecé a escribir por el cáncer, de cómo me entere y como se enteró mi familia, de la inevitable necesidad de hacer todo lo que sentía estaba perdiendo.

Hubo muchas experiencias, fui otra persona, una que dejo el miedo a un lado, la comodidad de saberse seguro entre cuatro paredes para salir al mundo a experimentar. Mi otro yo se sentía muy incómodo estando lejos de su hogar en la noche, es por eso que no salía ni iba a fiestas cuando esas horas llegaban.

Así que empecé a experimentar, probé por primera vez la mariguana, cosa que acepto que aparte de no quedarme con la duda no me produjo ningún placer, jamás entenderé porque la gente se hace adicta a eso. Robe muchos besos, fui a fiestas donde no conocía a nadie apartando el miedo a la soledad y mi falta de carácter para hacer nuevas amistades, cosa que mejoro pero tampoco digamos que me volví un extrovertido que no para de hablar.

Valla ese año está lleno de primeras veces, paracaídas, bongie, mi primera mudanza. Es raro pero el saber que tienes fecha de caducidad te da un sentimiento muy liberador.
En definitiva fui alguien diferente antes, durante y después de ese procesó. Existen varias versiones de mí en el tiempo, extraño saberme tan derrotado, pero lo aproveche al máximo y ahora trato de no volver a sentir que perdí o puedo perder oportunidades para disfrutar mi vida.

Curiosamente la mayoría de las personas que conocí aquí tienen algo que ver con la biología, algo que me gusto, leerlos y que me leyeran saber que existen tantas personas en este mundo que comparten gustos y experiencias similares a las mías


También aprendí que las cosas que escribo pueden herir u ofender a mis conocidos, sobre todo cuando escribo tipo diario, sin limitaciones en mi sentir, pero deben entender que este soy yo. Y yo puedo estar de malas, de buenas, enamorado o dolido y escribir para mí es releerme para comprenderme, para sanar, para analizar como llevo mi vida, si es como me gustaría o debería cambiar. Para aislarme del mundo que a veces me apabulla y tener paz para pensar. Porque en las palabras encuentro la facilidad de verme y ver al mundo desde una perspectiva más amplia 

miércoles

Mi letra

No Puedo Vivir Sin Ti - Coque Malla

Llevas años enredada en mis manos, en mi piel, en mi cabeza, y no puedo más, no puedo más!
Debería estar cansado de tus manos, de tu pelo, de tus rarezas, pero quiero más, yo quiero más!
No puedo vivir sin ti, no hay manera, no puedo estar sin ti, no eh encontrado la manera!


Me dijiste que te irías, pero llevas en mi cabeza toda la vida, sé que no te irás, tú no te irás
Has colgado tu bandera, traspasado la frontera, eres la reina, siempre reinarás, siempre me reinarás
Y ahora estoy aquí esperando a que vengan a buscarme, tú no apareces, no me encontrarán!
Yo me quedo para siempre con mi reina y su bandera, ya no hay fronteras, no me dejaré llevar a ningún lugar!

(Básicamente la misma letra, pero con dos o tres cambios a mi manera, porque, porque así me gustaría dedicártela, porque es todo lo que pienso cuando te pienso, que es básicamente todo el día)

viernes

El telescopio

Porque todo tiene un comienzo y casi siempre uno se empeña en descubrirlo. Es ese obstinado empeño en definir las causas que anteceden a las consecuencias y como no siempre quedan claras o acaso no queremos verlas claras, entonces uno las inventa, las viste, les pone éste u otro nombre, se fijan las fechas y todo queda concluido: todo comenzó aquel día.

Todo comenzó el día en que Alma llegó a casa con el telescopio. Siempre he sido de costumbres nocturnas, me gusta deambular por la casa a oscuras, tantear para sortear los muebles hasta aprenderlo todo de memoria. A  Alma esto no le gusta, pero siempre eh sido así. A ella le gusta dormirse sintiendo mi cuerpo junto al suyo. Yo la complazco y me sujeto a su lado después de que hacemos el amor, me pongo a mirar al techo y espero a que se quede dormida para levantarme. Es que la noche me fascina, no sé por qué no lo entiende.

Aquel día se apareció en casa con un telescopio, dijo que un amigo se lo había regalado y podría entretenerme contando estrellas. La idea me gustó. A partir de aquel día, antes de dormir me sentaba en el balcón a mirar, ciertamente, las estrellas. Alma se acercaba, colocaba su ojo, algo decía y un rato después me invitaba a dormir. Vamos a dormir significaba vamos a hacer el amor, y ella comenzaba a quitarse la ropa hasta llegar desnuda a la cama desde donde gritaba que se arrepentía de haber traído el aparato, que yo no era astrónomo ni iba a descubrí un nuevo cometa y que si quería ver las estrellas, ella podía ayudarme. Alma es así.

Entonces mis madrugadas fueron un tanto diferentes, ya no solo vagar y asomarme a ver la calle. Con el telescopio podía observar las constelaciones, podía ver el barrio más allá de lo que alcanzaba mi vista. Mi balcón da a una avenida por la que rara vez transitan autos de madrugada. Más allá hay casas y edificios, un parque lleno de faroles rotos, callecitas que se pierden entre árboles. Yo podía verlo todo. Me convertí en el fisgón del barrio, en el ojo de la noche, y me resultaba curioso pensar que en ese momento alguien pudiera estar mirándome con otro telescopio. Nunca estamos solos. La oscuridad es un cómplice con demasiados rostros.

Una de esas noches estaba recorriendo los edificios con la vista, y entonces la vi recostada en el balcón. Una mujer joven, fumando despacio y mirando hacia la avenida como quien no mira nada, como quien espera acabar el cigarro para irse a dormir. Nunca la había visto, y por eso me llamó la atención. Tal vez tendría la misma manía que yo, o quizás sencillamente había tenido un mal día y no conseguía el sueño, yo qué sé, el ojo de la noche tiene sus límites de alcance. El caso fue que lanzó la colilla del cigarro y continúo recostada. Me dediqué a observarla. Posiblemente seríamos sólo ella y yo los testigos de la noche, es bueno saberse acompañado  en una empresa aunque ésta parezca totalmente absurda. La chica volvió a fumar. Detrás de su balcón había una puerta y una venta de cristal con las cortinas abiertas, la habitación a oscuras. No podía describir si adentro alguien dormía como Alma de mi lado y en realidad no importaba tanto. La chica estuvo recostada un buen rato, en ese tiempo fumó tres cigarros y, justo al lanzar el último, se incorporó, estiró el cuerpo y entró en la habitación. Bastante aburrido, pensé, así es que me olvidé de los vecinos y continué con las estrellas hasta que el amanecer me lo impidió.

La siguiente noche fue como de costumbre. Alma sudando debajo de mi cuerpo y yo acelerando el movimiento para dejarla exhausta. Luego la pausa. El suspiro final y Alma echándose a mi lado boca abajo, murmurando un diminuto “hasta mañana”. Tiempo de tregua para entonces levantarme, contemplarla en su respiración serena y salir al balcón. El barrio como siempre, tranquilo. Yo espiando detrás de mí ojo de cristal, como Corrieri en Memorias del subdesarrollo. Es curioso, uno se pone a mirar y la cabeza se llena de imágenes dispersas; si pudiera recoger en un video todo lo que pasa por mi mente en cada madrugada, escribiría una novela, o un tratado de sociología, o quizás, no sé, uno se pone a pensar en tantas cosas… Pensé en la insomne de la noche anterior, su balcón estaba a oscuras, seguramente dormía como todos, como Alma, que duerme apacible en mi cama. ¿Y por qué en mi cama? Porque es así, desde hace un tiempo es así. Primero eran salidas eventuales, nos veíamos, ella se quedaba en casa algunas noches, cada vez más seguido, un día traía una camisa, otro dejaba una falda, y así la casa se fue llenando de Alma que duerme mientras yo mirando las ventanas del otro lado.

En una de ésas descubrí una luz que se encendía en el edificio. Un acontecimiento en la madrugada y el departamento de la chica de la noche anterior estaba dentro de mi ojo. Las cortinas de la ventana permanecían abiertas. Cuando se tiene algo que ocultar uno se cuida de cerrar las ventanas, pero ella no sospechaba mi presencia. Entró seguida de un hombre, un gordo de pelo largo que sonreía todo el tiempo. Una mujer y un hombre en la intimidad con entrada libre a los curiosos. Si alma despertaba iba a acusarme de pervertido o tal vez me arrebataría el telescopio, nunca se cabe las cosas que pasan por la mente ajena. A mí me resultó atractiva la idea de seguir mirando y vi como el tipo se quitaba la ropa mientras ella bebía de la botella que tría en la mano. Nunca he visto una escena así aparte de en películas, así es que la idea resultaba interesante. Él se tiró en la cama y dejó de ser visible; ella se quitó la camisa, encendió una pequeña lámpara y apagó la luz. Prohibido para curiosos. El departamento convertido en una luz muy tenue donde seguramente un hombre y una mujer hacían el amor como Alma y yo antes de que Alma se duerma. Pasó un buen rato y vi a mi vecina levantarse, bebió nuevamente de la botella, se puso un short y fue a fumar al balcón. Exactamente igual que la noche anterior, mirando la nada de las calles. Seguramente el tipo dormía y ella, insomne como yo. Ella fumaba, botaba la colilla del cigarro y al rato alguien espiando es inadmisible. Pero esa mujer me resultaba extraña. ¿Por qué esa manía de fuma y fuma callada, ponerse a mirar la calle como si la calle le aplaudiera las conquistas, esa cara cansada y la falta de sueño? No sé, las mujeres no soportan estar solas. Ella llenaba sus noches de hombres y luego, ¿qué? ¿Qué os cura del gusto del vacío? Uno se recuesta en el balcón y es cuando de repente todas las verdades se escapan de las máscaras. La noche es el gran espejo. Uno se empeña en construir el todo con remiendos, como partes de un mosaico infinito, pero algo sucede cuando estos subterfugios se convierten en bufones burlándose de nosotros. ¿Qué hacía Alma en mi cama? Además de dormir, darme la espalda y dormir después de haber sudado sin amarnos, porque Alma duerme en mi cama y se arremolina y antes de irse a trabajar desayunamos juntos y luego regresa y es otra noche y otra noche más yo ante el ojo de cristal viendo cómo la de enfrente fuma, hace el amor y fuma, se recuesta en el balcón y pasa sus manos por la cara mientras tira la colilla hacia la calle, en una de ésas coloca la colilla en el balcón y se lanza ella a ver si algo sucede, como yo, esperando cada noche que algo distinto suceda, un algo diferente que no sea Alma boca abajo como los hombres de departamento de enfrente y, ¿acaso no será lo mismo? La vecina al menos cambia de rostro y quién sabe si en una de esas…

Comencé a obsesionarme. Cada vez me apartaba más pronto del lado de Alma para irme al balcón. Ella comenzó a molestarse preguntando qué tanto hacia yo, (afirmarme categóricamente solo), pero Alma dormía y se arremolinaba. Físicamente no estaba solo. Físicamente había dos cuerpos en mi departamento, ocupando cada cual su espacio, que coincidía únicamente en el momento justo que separa el “vamos a dormir” de Alma y su quedarse dormida. ¿Qué hacía entonces allí cada noche mientras yo hurgaba en la madrugada de los departamentos de enfrente? Del departamento donde la chica y el hombre continuaban charlando. A ratos ella decía algo y le pasaba la mano por el rostro apartándole el pelo de la cara. Parecía que me habían cambiado de vecina, pero era la misma, mi telescopio la conocía perfectamente. Ellos conversando. Yo, el espía. El ojo delator que acecha a los confabulados, aquellos que se hablan muy bajito, y se examinan para sentirse así, mero conquistador, ganador de territorios por derecho propio. Por los cientos de minutos que forman horas que empiezan a cantar los gallos –los gallos cantan mucho antes del amanecer, eso Alma no lo sabe porque no es insomne-. El estiro su cuerpo, ella dijo algo y caminaron hacia el departamento. Permanecieron adentro unos minutos, alguien apagó la luz de la lámpara y ella reapareció en la puerta, pero esta vez distinta. No se apoyó en el balcón a fuma y observar la calle que ya debe saberse de memoria. Se recostó en la puerta, con la mirada hacia adentro, hacia el lugar en que yo sé que está la cama. Me hubiera gustado hacer lo mismo. Me hubiera gustado abandonar mi posición, estirar la espalda y mirar hacia adentro, pero no tendría sentido. Adentro sólo iba a hallar a Alma, recostada boca abajo a un lado de mi cama, horas antes de despertar y pedir el desayuno. Por eso, preferí quedarme allí para ver cómo ella dejaba de mirarle y se sentaba en el piso del balcón, frente a mí, recostando la cabeza en la pared y sonriendo, sin fumar, sin nada de lo común que tan buen conocemos ella y yo. Estuvo un rato así hasta que en el marco de la puerta apareció un hombre descalzo con una camiseta. El caminó hacia ella, se agachó y quedaron largamente mirándose, yo lo sé. No importa que su espalda se interpusiera en mi mira. Tampoco importa que no viera sus rostros cuando él se sentó con los brazos extendidos y las manos de ella aparecieron en su nuca. Ya no importaba ver, no importaba mi ojo telescópico ni mi carencia de audífonos para escuchar lo que quizás no fueran a decirse. Ella le acercó hacia sí y supe que se besaban sin importar que yo mirara desde acá- yo ¿Qué era? ¿Qué podía determinar? Nada, absolutamente nada, conclusivamente nada. 

Yo era el espectador que se seca tímidamente las lágrimas mientras el encargado del proyector recoge las cintas. No era nada, por eso se besaron. Ella lo abrazó muy fuerte y quedaron así, intactos y felices, y yo era tan feliz, curiosamente era feliz de verlos. El recostándose sobre ella y yo viendo sus rostros, sonriendo, ella besándole la oreja mientras él se estremecía y viraba la cabeza para besarla y quedarse así, tan quietos, murmurando cosas al oído para esperar el alba, asistir juntos al alba mientras Alma dormía. Alma, tan tonta, quien no es capaz de presenciar un nacimiento no puede comprender nada. Y yo asistí al nacimiento, estuve cuando el cielo empezó a clarear y los gorriones salieron de sus nidos y ellos se levantaron del piso. Ella estiró el cuero y colocó las manos encima de la reja del balcón para gritarle algo al día que empezaba, mientras el la miraba con ternura, recostado en la pared. Luego volvieron a abrazarse, ella le tomó por la espalda y caminaron hacia adentro, fueron perdiéndose, corrieron las cortinas, alejándose de mí, de mi ojo de cristal lleno de la luz de la mañana, sin la tenue lámpara. Me quedé en el balcón sorprendido por el amanecer, sin estrellas cómplices de mi afán de profanar espacios ajenos, sin el hombre y la mujer, que estaría tendidos en la cama, no sé si haciendo el amor, tal vez durmiendo, qué importa pero ella no volvió a levantarse, no volvió al balcón a fumar como al final de cada madrugada. Me dejó solo esperando su regreso. Me dejó solo como estoy. Solo. Unos momentos solos y ya no hacía falta el ojo de la noche para descubrir los carros que comenzaban a transitar por la avenida, los viejitos sacando sus perros a pasear, los despertadores sonando, los radios anunciando las noticias matutinas y Alma arremolinándose en la cama.

Cuando Alma se levantó, yo aún estaba afuera.
-Oye, tú deberías buscarte un trabajo de guardia nocturno, sería perfecto para ti, estas más loco… Ve preparando el desayuno, anda…
Se metió en el baño y continué en el balcón. Al rato salió con la falda puesta y la toalla colgando al hombro.
-¿Pero todavía estás ahí? Mi vida, se ve que tú no tienes que trabajar temprano, ¿Qué preparaste?
Me recosté en la puerta y la miré mientras se ponía los zapatos.
-Vete, Alma.
Ella siguió con los zapatos.
-Claro, me voy a trabajar, anda, ¿ya tienes el desayuno?, para que te vayas a dormir que tienes unas ojeras…
-No, Alma, vete, quiero que te vayas.
Levantó la vista de mala gana.
-¿Qué pasa amor?
-Quiero que te vayas… que lo recojas todo y no vuelvas… que te vayas.
Alma se incorporó y me miró con una semisonrisa.
-¿Qué pasa? ¿Las estrellas te están afectando la cabeza o qué? –No dije nada, ella suspiró y se levantó caminando hacia mí con los brazos abiertos-. Vamos a ver ¿qué le pasa a mi astrónomo? ¿Estás muy cansado?
Esquivé su cuerpo.
-Estoy cansado de ti y, además, no soy astrónomo.
Entonces se detuvo mirándome molesta.
-¿Qué es esto?, ¿estás hablando en serio?
-Sí, quiero que te vayas, que lo recojas todo y me dejes solo, Alma, que te vayas!
-¿Pero por qué?
Comenzó a impacientarse, en cambio yo estaba sentado como el amanecer. Me senté en la cama mientras ella continuaba de pie a medio vestir. Soporte a un hombre que se pasa la noche despierto, la noche se hizo para dormir y para templar, ¿oíste?, sigue así, que te vas a joder más de lo que estás, por eso me voy al carajo de aquí…
Le di la espalda al balcón de mi vecina y miré a Alma con la maleta en mano.
-Se te queda esto –señalé el telescopio-, es tuyo.
-Quédatelo… yo para qué quiero esa mierda… Voy echando…


Alma salió del cuarto dando un portazo. No quiso llevarse el telescopio, pensó que no le hacía falta y quizás tenía razón, ciertamente a ella no le hacía falta, pero a mí tampoco. Ya no lo necesitaba más. En las noches siguientes, las cortinas del apartamento de enfrente no estuvieron más abiertas. Yo percibía la luz encenderse y apagarse, pero ya sin el ojo de cristal. Me paraba un rato en el balcón a ver las calles, el parque lleno de árboles, la avenida sin autos, y sabía que del lado de allá alguna luz encendería para luego apagarse, así toda la noche, aunque ya yo no fuera el fisgón, aunque ya no estuviera en el balcón para enterarme de todo, yo lo sabía. Sabía perfectamente que mi vecina no se iría a fumar y lanzar las colillas a la calle. Ya no le hacía falta, por eso cerraba los ojos, sonreía y me dormía, mientras en el balcón, el ojo de la noche continuaba solo espiando el nacimiento de la mañana.

sábado

Arrepentimientos y otros amores. Part II

La vida es una constante decisión entre que camino elegir, y creo yo que todos siempre tratamos de tomar el mejor camino, sea cual sea este, es mas fácil, el que nos deja una mayor satisfacción, el que no nos aleja de los demás o el que sí.

El motivo en realidad no importa, lo que si es que nosotros tomamos esa decisión, las consecuencias no siempre son las que deseamos, pero vaya, así es la vida. Somos un amasijo de decisiones sumadas a otro tanto de casualidad.

Cada decisión que eh tomado en mi vida ah traído experiencias, maravillosas, increíblemente dolorosas, o sin ningún particular significado, pero son mis experiencias las que me han formado, las que me han enseñado a levantarme, a gritar a todo pulmón cuando la alegría inunda mi alma, para sentarme y descansa y pensar, solo pensar, porque eso me encanta.

Eh estado pensando si cambiaría algo de mi vida, alguna mala decisión, algo de lo que me arrepiento, poder regresar en el tiempo y pensarlo dos veces y elegir el otro camino, el que quiza me hubiese llevado a ser mas feliz, mas exitoso, el menos doloroso. Se imaginan, el poder reiniciar el día cada que hubiésemos  para hacer las cosas diferentes y ver el resultado.

El querer ser una mejor persona me ah llevado a cuestionarme muchas decisiones, y la verdad, es que eh llegado a una conclusión... No cambiaría nada! en absoluto, obviamente no las buenas, pero tampoco las peores decisiones de mi vida. Soy un ser humano, imperfecto y así me acepto, es la naturaleza de mi especie cometer errores. y es mi destino meter la pata de ves en ves. Seguro, habrá veces donde terminare haber deseado cortarme la pata primero.

Tanto las buenas o malas decisiones me han formado, soy lo que soy gracias a eso, a cada beso, y  cada lagrima, y eh aprendido a vivir mi vida de la mejor manera en la que puedo, imperfecta tal cual soy. Y recapitulando, tengo mas experiencias alegres que tristes y me alegro de haber vivido cada una porque si no, no sería quien soy y todas me han enseñado algo:

Vivir no se trata sobre buscar eternamente la felicidad, o evitar la tristeza, es aceptar y disfrutar cada emoción para crecer en todo aspecto

Arrepentimientos y otros amores. Part I

Hay tantas cosas en mi vida que han sido, por no decir menos, imperfectas, es esta la causa de que en los últimos meses haya tratado de reconstruirme.

Tantas malas decisiones, tantos recuerdos dolorosos, tantas cosas por las cuales arrepentirme. ser egoísta, ser inmaduro, no cuidar mi salud, no cuidar a mi familia. Vaya, la lista es inmensa.

¿Y como ha resultado ser el nuevo yo?... cansado en definitiva. empezando por el hecho de tener que apartarme de la mujer que mas me ah fascinado en años. Y como ¿por que? se preguntaría cualquiera en su sano juicio. pues aunque tanto me gusta y no hay otra cosa que me gustaría mas que conocerla centímetro a centímetro, cita a cita, beso a beso. No puedo. no cuando ella necesita sanar y estar a solas o tener su espacio. Yo quiero estar con ella, pero que es lo que necesita ella, ahí la supuesta madurez, creo que ella necesita que no la agobien cuando su cabeza y su corazón están confundidos. así que, me alejo!

Mi ex aquella a la que ame tanto y sufrí aun mas cuando el destino nos separó, ahora despues de mucho eh vuelvo a platicar con ella, y recordé lo increíblemente fácil que era extrañarla, quererla ver mas y mas. Dentro de la idea de ser menos egoísta, yo me recriminaba el nunca haber podido ser sinceramente feliz por ella, por su nueva o nuevas relaciones.
Como puedes amar a alguien cuando ese amor solo depende de que este contigo pensaba, eso no es amor, entonces que fue, pura adicción y dependencia... no, me niego a creer que con la persona con la cual quise pasar el resto de mi vida hubiese sido solo una ilusión.

No le supe demostrar mi amor, otra cosa de la que me arrepiento, diablos hay tantas cosas. Quise mejorar en ese aspecto, hacer las cosas mejor con la siguiente persona a la que amara. Cuidar como amigo de mi ex, porque sigue siendo una parte importante de mi vida, sentirme feliz por ella, sinceramente, pero los celos, malditos celos, esos que creía destruidos regresan de su limbo, no con la misma fuerza, pero da miedo que la recuperen.

Platicando con una amiga sobre el como somos, o como nos ven nuestros amigos que dicen que nos clavamos muy rápido y damos todo y cuando perdemos ese amor, se nos va la vida. Aclaremos algo, no creo ser un santo, soy tan egoísta como todos, quiza un poco menos no lo se. Pero la sintesis de nuestra larga platica fue no querer mas a los demás sobre nosotros.

Suena muy lógico, quierete, amate, respetate, pero, por sobre la persona amada, sin duda eso haría cualquier posible separación mas fácil o indolora... pero, diablos sigo pensando que eso es el amor, y no debería existir otra forma.

viernes

Aprieta!


Estaba desorientado. Luego de transcurridas dos horas de la llamada de ella, no había hecho otra cosa que dar vueltas por la habitación tratando de idear un discurso coherente. Se preguntaba a qué tendría que apelar esta vez. ¿De qué mieles y jugos y licores varios nutriría su apología? Desde el equipo de música llegaba la voz del martirio, con esas coplas de amor y abandono: y él, que sabía del primero, pero no quería conocer el segundo, revolvía sus ideas tratando de dar con la disertación apropiada. El único problema era que justamente sus discursos prolongados eran una de las causas fundamentales de los cientos de transformaciones que sufría el rostro de ella cada vez que (según él, sin quererlo) proponía una separación amistosa.

Por esta ocasión tendría que comportarse diversamente. Tendría que acudir a la practicidad, nunca antes intentado. Tratar de alcanzar el punto justo, sin divagar, solo las palabras necesarias que aportaran a la comprensión del asunto, sin discusiones extras.

En este sentido debía reconocer que ella era verdaderamente admirable, conformaba sus argumentos con oraciones cortas, concisas y luego con eso de “al pan: pan, y al vino: vino” cerraba toda tentativa de comentarios posteriores. El único problema era que ese modo de ser se convertía en una de las causas fundamentales de las cientos de transformaciones que sufría en el rostro de él cada vez qué (según ella, sin quererlo) rebatía la propuesta.
  
Faltaba una hora para la cita y ya le parecía estarla escuchando: “Debemos terminar”. Así, sin más explicaciones, hablaría ella. Luego, como de costumbre, se recargaría en el respaldo de su asiento y encendería un cigarro. Él, amante de la lógica, preguntaría por qué y ella, suspirando sin mirarlo, agregaría: “Porque ya no te soporto”. Sencillamente así podría terminar la escena, solo que él, enemigo del silencio y de la incomunicación, se vería obligado a encontrar explicaciones a este hecho tan falto de argumentos. Entones comenzaría desde el principio: de cuando se conocieron, las experiencias pasadas, la necesidad del ser humano de compañía, todo lo que ella en apariencia pretendía olvidar. De esta forma estaría hablando hasta que alguien anunciara el cierre del bar. Luego se irían agarrados de la mano, conversando animadamente –él- y fijarían la cita del día siguiente. Un beso y hasta mañana. No se hablaba más de asunto hasta que ella volviera a recordarlo.
  
Siempre igual, solo que esta vez al teléfono ella había sido un poco más locuaz: “Tenemos que vernos”, dijo “pero te concedo solo tres oraciones, hoy, la que va a hablar soy yo”. El encuentro sería dentro de aproximadamente una hora y él ya llevaba dos pensando cómo reducir su discurso a tres oraciones. ¿Cómo evitar la ruptura en tan poco espacio de tiempo? Quizá bastaría mirarla y suspirar, pero le resultaba poco. El amor necesita monumentos, pensaba él. Requiere vocablos que se levanten en espirales hacia el cielo, o catacumbas que se extiendan bajo nuestros pasos. Es demasiado grande para dejarlo andar. Ella tenía su amor, ¿acaso no le bastaba? Varios años de frecuentarse, amigos comunes, cines en las noches; todo un sistema tan bien estructurado no podía ser destruido por semejante terquedad. Además, ¿en quién volcaría todo su universo de palabras? Los discursos que ella recibía desde la boca de él, siempre tan elocuente, tan carente de pausas. Al final siempre lograba convencerla, y si lo conseguía, era porque indudablemente no valía la pena lo contrario. Ella no tenía razones. Quedaba siempre sin palabras, muda en la avalancha. Víctima de un estado hipnótico  producido, sin dudas, por el deslumbramiento. Y era su rostro (el rostro de ella) lo que provocaba en él el respiro, luego del punto final. La enorme complacencia de saber que el silencio otorgaba las verdades.

Sin embargo, esta vez ella había sido más explícita. Él podría incluso, en una gran demostración de suspicacia, entregarse en un torrente barroco de palabras, sin signos de puntuación: la oración que tiende al infinito. Esto resultaría original y quizá funcionaría como estrategia. Pero ella, tan lacónica, quería tres oraciones. Nada más.

Cuando miró el reloj, era ya pasada la hora del encuentro. Tragó en seco y se acomodó en el asiento. Había escogido una mesa apartada de la barra. Ella llegaría de un momento a otro y aún no sabía que decir. Lo único que tenía seguro era que tenía que hablar primero. Aunque fueran pocas palabras, tendrían que ser suyas las primeras, porque de eso dependían el desarrollo de las reflexiones posteriores.
-¡Hola!- dijo la muchacha colocando la bolsa encima de la mesa para luego sentarse con una sonrisa dibujada en los labios.
-¡Hola!- respondió él sintiendo que el corazón comenzaba a batirle. (Primera oración. Oración perdida –pensó-)
-¿Hace mucho que esperas?
Él negó con la cabeza haciéndole una señal al camarero para que sirviera dos cafés. Ella se recargo en la mesa apoyando los codos e inclinando el cuerpo hacia él.
-¡Qué cara tienes hombre! ¿No te habrás molestado porque llegué con unos minutos de retraso? Es que tuve que hacer unas compras antes de venir. Tú vives a pocas calles de aquí, pero yo vengo del otro lado de la ciudad y hoy hay un tráfico terrible. La gente está como loca en la calle.
-No importa- contestó él arrepintiéndose en el momento por pronunciar palabras vagas. Era la segunda oración y por lo tanto solo le quedaba una.
El camarero sirvió los cafés. Él colocó el azúcar en las tazas y ambos se entregaron al movimiento de las cucharitas que giraban dentro del líquido. Repentinamente él se detuvo y agarro la mano de ella que alzó la vista sorprendida.

-Yo te imploro, arráncame el corazón o ámame.

Tercera oración y final del discurso. Su mirada –la de él- quedó clavada en las pupilas de ella. El café continuó girando lentamente dentro de las tazas, víctima de la inercia y el desinterés de los dos, que se miraban sin palabras. Ella tragó en seco, apartó su mano dulcemente y fue inclinando el cuerpo hacia adelante. Su mano antecedía el movimiento paulatino de todo el conjunto: mano, brazo, cuerpo; como si la dilación fuera la justificación del acto. Como si toda acción fuera consecuencia de la inercia sufrida segundos antes por el café. Una concatenación de hechos irrevocables.

Cuando la mano tocó el pecho de él, sintió el calor que desprendía su cuerpo, como una suave bienvenida. Una indulgente invitación a penetrarlo. Ella clavó sus dedos dispuestos en círculo y se fue hundiendo sin apenas notarlo. La carne fue tragándose las falanges y parecía como si fuera el pecho quién violentamente devorara su mano. Esa mano de mujer que se perdía rompiendo el tórax, hasta llegar al músculo deseado. El corazón estaba allí, en su habitual empeño de recoger sangre e impulsarla. La mano lo bordeó sin querer, en principio, tocarlo, solo sentir las vibraciones y vaivenes. Imaginar válvulas y ventrículos, aurículas y arterías, segundos antes de ser desprendidos de su origen. Bien valía la pena cerrar los ojos y dejarse andar en el goce del tacto, pero la mano, incapaz de detenerse, fue cerrando el círculo hasta percibir que su piel se humedecía y comenzaba a bombear al compás del músculo danzante. En ese momento, algo parecido a un temblor recorrió el brazo, pero este ya comenzaba su recorrido a la inversa. El corazón aferrado a los dedos y el pecho despedía a la mano intrusa que escapaba. Todo muy lentamente. Hay tardanzas que bien merecen un poema.

Cuando los ojos de ella pudieron ver su mano, no supo definir si era sorpresa o alegría. El corazón de él estaba allí, aun latiendo. De la masa muscular se desprendían líquidos que corrían, mano abajo, hasta caer hechos gotas en el piso. Ella no supo qué decir. Era demasiado hermoso, demasiado inusual. Le dedicó su mirada por varios minutos esperando que en algún instante dejara de latir; pero el corazón seguía inmutable. Como si su ordinario afán de bombear no necesitara más qué del propio concepto. Tu deber es latir: ¡entonces late! Y él continuaba sus rítmicas contracciones y dilataciones al vacío.

Ella comenzó a inquietarse. Había, sin dudas, que hacer algo. Arrancar un corazón no se justifica con el mero hecho de la observación. En la simbología de los enamorados, los sentimientos se esconden dentro de este pedazo de carne. Si pudiera determinar –pensaba ella- si fuera capaz de descubrir dónde estaban las pasiones, bastaría con arrancarlas. Cortar las arterias que conducían  a la expansión de tanto afecto. Detener la contaminación del resto del organismo, hacerlo olvidar que alguna vez latió por ella. Su rostro se acercó a la mano y comenzó una minuciosa práctica de olfateo. Con los ojos cerrados, la nariz recorría todos los espacios para tratar de reconocer su propio perfume o algún aroma conocido. El corazón olía a humedad y cosas vivas. Nada revelador. Luego paso al oído. La oreja se movía lenta y a su paso sentía un ritmo pianissimo. Como de reloj oculto bajo la almohada. Basta hacer silencio para escuchar, tic-tac, o bom- bum. Continúa latiendo para anunciar que vive.
Pensó ella, que vista su incapacidad no valía la pena mutilar al azar a un corazón tan obstinado. Podría, en cambio, comérselo. Engullirlo todo  y hacerlo hacer en su organismo. Dejar que sus jugos gástricos se encargaran del proceso, que partieran los pedazos digeridos y cada uno tomara rumbo propio. Con esto claro corría el riesgo de absorber tóxicos. Si tenía mala suerte los fragmentos del amor de él, hechos sustancias, podrían comenzar a circular en sus venas. Y en una de esas hasta le podría sobrevenir un ataque de narcisismo. Se imaginó caminando por la calle y que, de repente, sin poder evitarlo, le entraran ganas de besarse y así sin más en medio de esta acariciarse desenfrenadamente. Una escena sin dudas alarmante. Permitir que el corazón de él se esparciera en su interior no la liberaba del problema, sino que conducía a otro probablemente peor.
El músculo continuaba bombeando cada vez más acomodado dentro de su mano. Como si siempre hubiera sido este su recinto. Entonces fue que pensó en tirarlo a la basura. Saldría caminando del bar con naturalidad simulando quién camina comiendo algo y de repente pierde el apetito. Solo se trataba de alzar la vista y localizar el cesto más cercano. Esa sería una buena manera de librarse del problema. Solo que sospechaba y, con buenas razones, que el problema seguiría latiendo  y contagiando con sus contracciones a todos los desperdicios a su alrededor. Imaginémonos que en una de esas ya avanzada la noche, vinieran vagabundos que hurgaran buscando algo que comer. Cuál no sería su sorpresa al encontrar un buen pedazo de carne. Claro que a esa hora de la noche no se podría adivinar de qué parte animal provenía el hallazgo. De pronto imagino a un grupo de indigentes dándose un festín con el. Filete de corazón, o corazón en salsa verde. El amor de él se multiplicaría. Contagiaría a gente desconocida por ella, y quién sabe si en la calle comenzaran a perseguirla. Hombres y mujeres declarándole su pasión, su necesidad de hablarle. Esperándola ocultos tras los árboles para a su paso regalarle flores y miradas lánguidas. Organizando clubes de admiradores. Una situación insostenible. El amor a veces puede convertirse en un hastió.

Era extraño, pero aún seguía siendo bello: un corazón en la mano. Un género viviente, casi inofensivo y ofensivo a la vez. Ella alzó el brazo inclinando un poco la mano hacia arriba, formando un canal, un pasaje descendiente por donde podría deslizarse hasta reventar contra el piso. Era demasiado hermoso. El corazón aferrado a su mano latía sin cesar, sin  pausas intermedias, sin importarle nada. O importándole todo. Quizá el hecho de latir acompasadamente no era más que un signo de desesperanza. Un intento suicida de ganarse el derecho a seguir latiendo. La única cosa que sabe hacer un pobre corazón es contraerse y dilatarse y este lo sabía hacer perfectamente. Tal vez tirándolo a los perros dejaría de moverse. Los perros de la calle que andan oliendo los rincones y metiendo la nariz en todas partes. Podrían comérselo de un tirón, casi sin masticarlo y luego lamerían el piso para no dejar huellas. Era una opción posible. ¿Cómo reaccionaría un corazón enamorado dentro del vientre de un perro? Otro problema de contaminación, naturalmente. Si había algo que ella no soportaba era que un perro le lamiera el rostro. Y si era de esos que le aúllan a la luna, en cada luna llena estaría obligada a comprarse tapones para los oídos. El perro dicen que es el mejor amigo del hombre. El más servil –pensaba ella- y si, para colmo, estaba enamorado, no se libraría de la salivación constante y el movimiento dela cola. Además, con el olfato que tienen los animales, no podría esconderse. De un hombre se puede escapar, pero de un perro, te sigue hasta el fin del mundo.

“Arráncame el corazón o ámame”. Su primera reacción había sido la más sensata, y el resultado estaba en su mano. Desde hacía mucho tiempo intentaba decirle que no lo amaba. Es más, casi llegó a detestarlo por sus peroratas interminables. Esa manía de colocar una palabra encima de la otra, y otra más, y así construir un castillo que luego terminaría por caerle a ella en la cabeza. Ella que, por no escucharlo más, aceptaba su  mano y dejaba pasar el tiempo. Pensando que quizá al otro día encontraría razones convincentes. Los motivos del desamor suelen ser más complicados. Uno dice: “de pronto dejé de amarte”, pero entonces vienen los “¿Por qué?” Y es justamente la evasión a esa pregunta la que antecede la omisión de la sentencia.

Tuvo ganas de levantarse, tirar el corazón al piso y saltarle encima. Aplastarlo con el peso de su cuerpo. Ver cómo los latidos iban cesando mientras sus tacones arrancaban los pedazos. Y luego, si entraba la policía, no dejarse agarrar. Saltar más fuerte, esquivar las manos de otros, no permitir interrupciones en la tarea de asesinar a un corazón tan terco.
Pero el era casi tierno. Era pequeño y frágil y entonces sintió que su corazón –el de ella- se achicaba conmovido. Experimento el encogimiento de su músculo. La languidez de sus palpitaciones y un inoportuno malestar. El corazón de él latía siempre con más fuerza, no era capaz de entender cómo era posible tanta determinación. Ella acercó su boca y lo besó. Contempló por última vez sus movimientos: se contrae, se dilata. Tarea fácil –se dijo haciendo un gesto de rechazo-. Difícil es latir de desamor.
Entonces su brazo empezó a moverse lentamente. Casi guiado por instinto fue acercándose al pecho abierto. Se introdujo en el agujero y volvió a sentir la humedad del interior. No tuvo necesidad de movimientos bruscos porque el músculo se deslizó precipitadamente. Como quien regresa a casa, abandono la mano sin muestras de cortesía y reanudó la fiesta del bombeo irrefrenable.

Había sido débil, una vez más perdió su oportunidad de ser libre, libre de la tiranía de un corazón enamorado. Ahora solo quedaba pronunciar las palabras de siempre y esperar a que él rebatiera como de costumbre. Que le hablara del amor y construyera todo un paraíso del que ella no sería capaz de escapar. Bastaba acomodarse, encender un cigarro y la mente volaría por medio de las palabras. Ella detestaría que el reloj continuara caminando mientras el otro hablaba sin cesar, pero no importaba. Su corazón se hacía pequeño. Se volvía incapaz de detener con sus latidos, los latidos de aquel, incesante y caprichoso.
Suspiró tolerante. Retiró la mano deprisa y limpió su humedad con el borde del mantel. Entonces bebió el café y suspirando de nuevo, colocó los codos encima de la mesa.

-¿No vas a decir nada más?
-Dijiste que hoy hablarías tú, yo ya consumí mis tres oraciones.
Ella sonrió amablemente.
-¡Qué exagerado eres hombre!, pero si así lo quieres, hablo yo. Quiero decirte que… Debemos terminar.
Él hizo un intento de suspiro que terminó en una mueca. Tomó la taza de café y bebió de un golpe, para volver a recargarse. Ella lo observaba inquieta.
-¿No vas a preguntar por qué? Tienes derecho a otra oración, ¿sabes?
-¿Por qué?
-Porque ya no te soporto.
Dijo esas palabras tomando un cigarro de la caja. Del otro lado no llegó respuesta alguna. Ella se recargó cómodamente y comenzó a tamborilear con los dedos encima de la mesa. Entonces él levantó la vista. La observó con cierta lentitud mientras los minutos pasaban sin palabras. Quiso definir en su rostro cada mínimo detalle, descubrir la huella de aquello que lo sedujo la primera vez que se vieron. Ella callaba y esto seguramente atrajo su atención. Entonces se preguntó si en realidad la amaba. Aún más importante, por qué la amaba. El reloj seguía contando y solo se escuchaba el tamborilear de los dedos en la mesa. Era aburrido. Era absolutamente tedioso estar en compañía de alguien así. Se sintió raro, mareado, como quien despierta de golpe de un sueño muy largo sin saberse aun despierto. Si al menos tuviera oportunidad de expresarse, la situación tomaría sentido, pero ella tan terca no quería palabras. Entonces descubrió, no sin cierto fastidio, que tendría que encontrar otra persona. Ella ya no le gustaba más. De hecho, comenzaba a detestarla por su frialdad y total indiferencia.
Cuando se levantó metiendo la mano en su bolsillo, ella no supo qué decir. Él sacó la cartera y colocó encima de la mesa el dinero del café. Entonces ella, agarrándolo del brazo, interrumpió lo que sería un gesto de despedida.
-¿De veras no tienes nada más qué decir?
-Si quieres hablar más tarde, llámame.
Contestó él apartando la mano que le impedía el paso. Ella no quiso darse la vuelta. Apoyó los codos y reposó sus mejillas encima de las manos. Sorprendida. Estupefacta. No vio cuando él atravesó la puerta caminando tranquilamente. Ella fijaba su mirada en las últimas gotas de café que quedaban en la taza. Y entonces no pudo ver a través de la ventana cómo él se detenía en medio de la acera, y con naturaleza de gestos, metía su mano derecha en la parte izquierda del pecho. Ella fijaba las gotas. Él palpó su corazón y lo extrajo con un brusco ademán. Sin sentir dolor alguno observó la rigidez del músculo. Espió el cese de sus latidos. Ella comenzó a sentir que otra vez su pecho se achicaba y un cierto bombear apresurado le invadía el cuerpo. El miró hacia los lados. ¿Para qué sirve un corazón sin sentimientos? Sin dudas, para nada. Se aproximó a la esquina y tiró en un rincón el músculo inservible. Entonces cruzó la calle silbando tranquilamente y, unas cuadras más allá, se perdió en la entrada del edificio.

Ella continúo mirando las gotas hasta que el camarero  vino a recoger las tazas. Se incorporó confundida. Después de la ruptura tocaba comenzar desde el inicio y eso era realmente trabajoso. El camarero preguntó si deseaba algo más. Ella requería un teléfono. Salió del bar sintiendo su corazón pequeño y lleno de culpas. Su cuerpo, todo, se encogió de pena. Sus oídos precisaban amor, aunque fuera simplemente construido de palabras. En la esquina encontró el teléfono. Marcó el número y del otro lado él contestó. Ella suspiró pacientemente dispuesta a escuchar. Los minutos continuaban pasando sin prisa y mientras tanto, vio cómo se acercaba un perro callejero. Lo observó sentarse frente a ella, mostrándole su lengua. Jadeante y con un persistente movimiento de la cola, el perro la miraba. Insistentemente, la miraba.


miércoles

Me gustas

Me gustas, entre otras cosas
porque a tu lado mi pasado
son cien pájaros en mano y yo volando

Me gustas, entre otras
porque soy capaz de no mirarte a los ojos
y seguir viéndote
porque hipotecaría mi presente
por un futuro incierto a tu lado

Me gustas porque cuando pienso en vivir
el mundo es el resto y tu eres la suma

Me gustas porque veo la libertad en tu rostro
la siento, la beso y me veo ahí
entonces nunca me atrevo a irme del todo
por miedo a ser libre sin sus alas

Me gustas porque conoces la belleza
dentro y fuera de lo eterno

Me gustas, pero también me gustan otras
me gustan mil mentes, pero tus sueños en las nubes
no los cambio por ninguna

Me gustan mil caras, pero cada que tiro una moneda
cuando me falta el aire, me sale tu cruz

Me gustas, sobre todo, porque me gustan otras
pero sobre todas
tú!

martes

La piedra con forma de riñón que se desplaza día tras día

Me gusta leer porque en los libros encuentro maneras nuevas de pensar, son mis maestros, aquellos que me cuestionan todo lo que pienso, y este fue lo ultimo que aprendí.

Trata sobre un escritor que va creciendo acumulando amores imperfectos, amores que han marcado su vida, el como va coleccionándolos, sumando derrotas y melancolía, empezando así a tener miedo de volverse con el tiempo incapaz de encontrar al verdadero amor, un completo analfabeta sentimental.

Como escritor no es mediocre pero dista mucho de ser reconocido, realmente no se ha apasionado con su trabajo y vive entre la angustia a la soledad y su intento por destacar.

Desde este punto me siento muy identificado, casi podría decir que es mi biografía, posteriormente como historia de Waltdisney llega como si fuera por destino una chica en la que puede reflejarse, una a la cual puede amar sin dudas, casi sin miedo a perder, una que le demuestra el mismo afecto que el da. Con ella encuentra la pasión que le hacía falta, esta se convierte en un temblor constante que lo sacude, lo despierta y motiva para escribir y eso hace, escribe enamorado de sus palabras, con extrema facilidad, empieza a vivir su vida como la había soñado.

Hasta aquí todo podría ser un cuento de hadas pero la repentina y súbita desaparición de esta hace que su castillo de felicidad se desmorone estrepitosamente, no puede dormir, no puede trabajar, no puede dejar de pensar en ella, la "ama" y si fuera por el ella jamas se apartaría de su lado, la necesita para ser feliz, para envejecer, para poder seguir existiendo. Llega al punto de creer que ella ni siquiera existió, que fue su cerebro que la creo para darle una razón para poder crecer como escritor, para empezar a "realmente" vivir su vida.

Es este dolor con el cual todos podemos sentirnos identificados, el que no puedes desechar pero tampoco es reciclable

La chica si existió no desapareció simplemente no podía estar con el, las razones no las explicare pero basta decir que ella continua haciendo lo que la hace feliz.

Es aquí donde el libro me hizo cuestionarme:

No se en que punto de la historia amar a alguien significo poseerlo, vivir con ella, verla todos los días. Es algo hormonal que aumenta la probabilidad de que la progenie sea protegida y llegue a la vida adulta (selección natural), eso lo entiendo.

Pero en que momento el ser humano empezó a creer que se necesita amar y ser amado para empezar a vivir "realmente", como una clase de detonador que llega y te hace volar, estalla tus inquietudes y te permite lograr tu verdadero potencial.

- ¿necesitamos a alguien que nos diga que nos ama para ser felices, para crecer?

Por otro lado porque hacemos del amor una posesión, le ponemos nombre y rostro y como si fuera una musa queremos que permanezca siempre a nuestro alcance, como efigie casi monumento que nos inspire, que nos recuerde que somos y podemos ser felices y alcanzar nuestros sueños.

Amar significa querer lo mejor para alguien
yo quiero amarte sin necesitarte ni que me recites
Yo quiero ser libre y que tu lo seas
no quiero poseerte ni poseernos
puedo amarte sin tenerte y ser feliz por los dos
aunque la vida y los océanos nos separen
Porque si te amo, jamas podría perderte
pues siempre estarías conmigo en  mi mente

viernes

A si son ellas

No te lo creas tanto

el 90% de tu belleza

procede de mi manera de mirarte