jueves

26 de septiembre 2014

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En qué pasado clandestino guardarán sus gritos silenciosos, en qué rincón del Pueblo Viejo doliente y achacoso sepultaron las cuarenta y muchas ilusiones destrozadas, cuánto de la vida de tus hijos interfectos se amortaja en mi memoria para tocar los portones y entrar en tus entrañas, para dolerte como un rezo abatida y dolorosa Ayotzinapa

Se guarda el futuro en el ámbar misterioso que cae de los ojos de las madres que viven apenas y muertas esperan su tiempo y su regreso

Quién olvidará el tiempo de su muerte nimia, que harán ellas de sus hijos, cuántas lágrimas besarán la sangre de una verdad inexistente, con que aceite ungirán su desaparición en el cáliz imperfecto, donde se vierte un doloroso vino harto de mentiras, quién de ustedes-nosotros limpiará su frente y dirá: Ten una de mis costillas, un corazón sin cortapisas y que un suspiro terrena les dé la vida

En sus ojos cabe una marejada histórica de ultrajes compartidos en su lucha, razón de su muerte prematura.

Ahí mismo detienen los minutos de las huellas en los pasos que ocultan las fosas clandestinas que a tientas y sin ruido vulneran los tímpanos gritando... no nos maten!... no nos maten!!

Caminando


Mil cosas han hecho los hombres peores que sus culturas: las novelas de Víctor Hugo, la democracia, la instrucción primaria, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera. Pero los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros. Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse. Porque no quieren creer que todo es irremediable

El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado decente. No hay manera de hacerle hablar cuando está borracho. Cuando no lo está, abomina de la borrachera o ama a su prójimo.

Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los hombres. Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo. Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren a cada instante y no viven nada

He aquí mis prójimos. La justicia es unas estatuas feas en las plazas de las ciudades. Ninguna de ellas me gusta ni poco ni mucho -no son diosas ni mujeres. Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad

En punto a honradez, no soy de los peores. Como mi pan a solas, sin dar envidia a mi prójimo. Nací en una ciudad, y no sé ver el campo. Me he ahorrado el pecado de desear que fuera mío. En cambio deseo el cielo.

Me gustan los colores del cielo porque es seguro que no son tintes alemanes. Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre. No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser como los otros. No quiero ser feliz con permiso del estado

¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada. O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros. Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con perfección. Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando durante la travesía aventuras como peces.

Pero ¿a dónde iría yo?. El mundo me es insuficiente. Es demasiado grande, y no puedo desmenuzarlo en pequeñas satisfacciones como yo quiero

La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…

Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad. La tarde ya se habría acabado en la ciudad. Y yo todavía me siento la tarde. Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes. Y todos los malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre que no ha pecado nunca

Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.

A casa…