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En qué pasado clandestino guardarán sus gritos silenciosos, en qué rincón del Pueblo Viejo doliente y achacoso sepultaron las cuarenta y muchas ilusiones destrozadas, cuánto de la vida de tus hijos interfectos se amortaja en mi memoria para tocar los portones y entrar en tus entrañas, para dolerte como un rezo abatida y dolorosa Ayotzinapa
Se guarda el futuro en el ámbar misterioso que cae de los ojos de las madres que viven apenas y muertas esperan su tiempo y su regreso
Quién olvidará el tiempo de su muerte nimia, que harán ellas de sus hijos, cuántas lágrimas besarán la sangre de una verdad inexistente, con que aceite ungirán su desaparición en el cáliz imperfecto, donde se vierte un doloroso vino harto de mentiras, quién de ustedes-nosotros limpiará su frente y dirá: Ten una de mis costillas, un corazón sin cortapisas y que un suspiro terrena les dé la vida
En sus ojos cabe una marejada histórica de ultrajes compartidos en su lucha, razón de su muerte prematura.
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