domingo

y ya para no pensarte

Lo malo de ser filósofo es que cuando alguien te explica algo ya sabes que sea lo que sea, es una mentira. y a ver, arréglate con eso.

(y aún leyendo eso decido escribir)

Me siento con cautela en la orilla de la cama y enciendo un cigarro, acomodo una palabra tras otra sobre el borde de la ventana para que no vayan a matar a ninguna de las que desfilan debajo de mis pies rumbo a no sé quién. Me gustaría que dentro de un tiempo indeterminado me recuerdes como inexacto y carente de elegancia en los detalles que conspiran en mi mente y que escapan sin discreción hacia tu bandeja de entrada.

(y aún así me decido a negociar con tus deseos)

Me haces superlativar aunque eso no exista y aunque ni yo me entienda en otro momento que no sea cuando despierto y espero mi mail de las nueve (que siempre llega tarde y a veces se vuelve en el mail de las diez). Yo también soy adicto a las mariposas, aunque no lo diga para no desequilibrar.

(la palabra equilibrio, me dijeron, sólo suena a todo el desequilibrio que lo rodea)

Entonces me contengo y me trago mis cuentos de mandarinas y trompetas, de calles nevadas y domingos eternos de películas verdes en los que todos son buenos y no hay caseras que nos molestan los días 2 de cada mes.

Y te veo (aún sin verte) y te quiero (sin quererte) y te espero (sin esperarte) y te canto (sin cantarte) y te digo todo lo que no debo (sin hablarte)

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