viernes

UN DOMINGO CUALQUIERA

Hoy en la mañana desperté, como la mayoría de las veces, abriendo los ojos (el resto del tiempo despierto entre gritos de terror, pero eso no viene al caso en este momento). Después, como de costumbre, revisé rápidamente que estuviera en mi casa, en mi cama y con los calzones puestos. Inmediatamente después, al igual que una gorda llena unos mallones, un solo pensamiento llenó mi mente:

Molletes.

Repito por si alguien no habla español:

Molletes.

Determinado a empacarme unos deliciosos molletes gratinados, me levanté y con horror descubrí que el horno de la estufa estaba lleno de sartenes, cacerolas, charolas y pantuflas (no pregunten) así que hice lo que cualquier hombre en sus cinco sentidos haría ante la perspectiva de recoger la cocina: Salí y compré un mini horno eléctrico.


Ta dah!

Atrévanse a negar que hubieran hecho lo mismo ¬¬

Y gracias a mi determinación, coraje y entrega, al final logré este resultado:
Un poco de pico de gallo y listo. 2 minutos y medio después eructaba satisfecho.

Moraleja:

Como bien saben, Dios es un ser vengativo y rencoroso (lean el Antiguo Testamento) así que,
molesto conmigo por haber cometido el pecado de Pereza, me castigó como al cíclope


Polifemo (son del mismo cuento ¿no?) con la ceguera.
O a lo mejor nomás soy bien pendejo y me tallé los ojos después de picar chile.

Misterio.

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